Artículo escrito por Eduardo Martín Ruano, profesor de economía en I.E.S Valle del Jerte
Les voy a contar una pequeña historia
Había una vez un grupo de profesionales de la educación secundaria de economía, que se reunieron para superar, en la enseñanza de su disciplina, el gráfico de la oferta y la demanda, la relación con el dinero, el flujo circular de la renta, y diseñar otros modelos que explicaran la realidad actual. En definitiva, que se había dado demasiada razón a una única (y sesgada) manera de explicar la realidad económica. Había llegado su momento.”
Bueno, quizás no es del todo cierta la anterior historia, pues esos profesores y profesoras no se han reunido “una vez”, sino cinco, y no han estado diseñando ningún nuevo modelo que explique mejor nuestro sistema, porque ya existen. Lo que sí es cierto es que ha llegado su momento.
Entre los días 17 y 18 de enero, se han celebrado las V Jornadas de profesorado de la RedEFES, con el título “Por una educación económica que ponga las personas y el planeta en el centro”. Un encuentro organizado bajo la red conformada por Economistas sin Fronteras, Fundación Finanzas Éticas, Finançament étic i solidari, Finantzaz Haratago y OikoCredit. Un resumen del encuentro lo podéis encontrar aquí.
Como profesor de economía (con poca experiencia), en mi pequeña ciudad extremeña, me uní con mucha ilusión a este generoso intercambio de ideas, planteamientos y proyectos por parte de compañeras, que desarrollan iniciativas por todo el territorio español. Todo ello se complementó con la intervención de varios expertos en nuestra materia, quienes intentaron ayudarnos a vislumbrar y comprender la economía de esta época.
Una economía heredera de un siglo XX de policrisis (climática, social, de derechos humanos…), centrada en el crecimiento económico de los países como única posible vía para su bienestar y el desarrollo. Ahora, esa herencia se encuentra en un punto crítico, debido a la crisis climática, donde hemos sobrepasado muchos de sus límites biofísicos y una gran parte de la población no alcanza unos mínimos sociales y vitales (acceso a agua potable, paz, democracia, etc.). Es, por tanto, el momento de cambiar de objetivo y aplicar el “Donut” enunciado por Kate Raworth, que tan bien nos presentó Carlota Sanz, del Doughnuts Economic Action Lab, es decir, un espacio donde poder desarrollar nuestra vida de manera sostenible, un espacio donde la vida merezca la pena ser vivida.
Antes del encuentro, mi obsesión era encontrar inspiración práctica en personas que ya están aplicando la economía crítica y alternativa (que quizá ya no deberíamos llamar así) en sus clases. Ser docente te brinda un acceso privilegiado a jóvenes que comienzan a conocer el mundo que les rodea y a ponerle nombre a las cosas que observan en noticias, anuncios y redes sociales. Sin embargo, la falta de comunicación entre centros educativos genera, en muchas ocasiones, cierta sensación de soledad.
Durante las jornadas, la motivación por descubrir qué cosas se pueden hacer o qué agentes implicar se mezcló con las ideas “horneadas en casa” y, en algunos momentos, incluso derivó en desmotivación. ¿Seré capaz de gestionar mi papel ante la inmensidad que supone descapitalizar la economía y, al fin y al cabo, la sociedad? Esa desmotivación motivada es (y debe ser) pasajera: no me paraliza, sino todo lo contrario, me impulsa a poner sobre la mesa las posibilidades y a empezar a trabajar, si es posible, en red.
Y aquí estoy, días después del encuentro, tras unas horas de clase con 1º de Bachillerato, rumiando todo lo vivido y reflexionando sobre cómo puedo contribuir a ello. Tengo claro que la educación es uno de los espacios donde nuestro discurso tiene que estar; si no ocupamos ese lugar (en libros de texto, clases, claustros, proyectos, excursiones…), otros lo harán por nosotras. Y puede que no nos guste.
Por último, no quiero terminar sin hacer partícipe de todo esto al centro de mi labor: mi alumnado; el pasado, el actual y el que vendrá. No pienso que la juventud de ahora sea peor que la de antes ni mejor que la que está por venir… Si lo pensara, ¿qué futuro tendría como docente? Lo que sí me pregunto es cómo impacta el mundo en el que crecen y se desarrollan, un mundo en el que todos somos presa fácil de los bulos, caemos en la inmediatez y vivimos sin pausas.
No podemos exigirles conciencia crítica si no tienen a su alrededor referentes que luchen por la justicia, que se comprometan con su entorno, que se responsabilicen de sus actos, que admitan sus errores, que recuerden que el planeta es nuestra casa y, sobre todo, que lo cuiden. Hagamos de la escuela ese espacio donde no prevalezcan lo material, lo inmediato, la desinformación ni la ofensa. Seamos docentes lo suficientemente valientes como para ponernos manos a la obra por una nueva economía que ponga en el centro al planeta y a las personas.
Y sin olvidar el consejo de San Pedro: eduquemos con amor y provocación.
Nos vemos en las aulas.
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