Metzineres se define en sus plataformas como una “cooperativa que crea entornos de Cobijo para mujerxs que usan drogas y sobreviven a múltiples situaciones de vulnerabilidad y violencia”. Es una definición concisa para un proyecto de diferentes ejes: por un lado, Metzineres es un espacio donde mujeres en situación de vulnerabilidad pueden acudir para descansar durante unas horas, disfrutar de intimidad o participar en actividades creativas o de ocio. También proporciona asistencia psicológica, legal y laboral, entre otras. Es, además, un grupo en el que formar comunidad, cuidados y crear una voz colectiva.
Desde Fiare hemos podido visitar su local en el Raval de Barcelona, donde Aura Roig, fundadora y coordinadora de la cooperativa, nos ha explicado el proyecto en detalle.
500 mujeres acompañadas
En seis años de recorrido han pasado por Metzineres unas 500 mujeres. Sus edades y procedencias son diversas, pero la mayoría tienen una experiencia en común: su consumo va acompañado de diferentes tipos de violencias. Ya sea la falta de hogar, psiquiatrizaciones, experiencias migratorias, misoginia o LGBTIQfobia, las situaciones de violencia están interconectadas, y en buena medida el consumo de drogas es su resultado: “el principal problema no son las drogas, sino las violencias” afirma Aura.
Reconocer las situaciones que desencadenan en el consumo de drogas y vivir sin hogar es imprescindible para empatizar y comprender las dificultades a las que se enfrentan estas mujeres, pero también para reducir el mismo consumo.
La mirada holística
Poner énfasis en la autonomia, la horizontalidad y la mirada holística es aquello que da alma a Metzineres, un proyecto que no habla únicamente de necesidades y supervivencia, sino de deseos y de vida. En el centro de la cooperativa están las personas, con todo el contexto que las acompaña, y desde esta mirada se busca dar apoyo a las necesidades específicas de cada participante: “A pesar de tener una red de acompañamiento, mostraban un estado de cronificación de la exclusión: están sobreviviendo, y su vida no cambia. Creemos que eso tiene mucho que ver con la segmentalización de los servicios. No había un lugar en el que pudieras llegar y que te vieran como uno, como un conjunto. Aquí eres bienvenida en toda tu complejidad y eres tú quien marca hacia donde quieres ir, qué necesitas para mejorar tu bienestar”.
Ante un sistema que ofrece servicios segmentalizados o que incluso rechaza a las personas en consumo activo de drogas, la cooperativa ofrece una ayuda integral. El objetivo es evitar un modelo que cronifica la exclusión y mantiene a las personas al margen, impidiendo que las participantes puedan desarrollar un proyecto de vida. Para poder realizar este acompañamiento y responder a cada necesidad, el proyecto ofrece diferentes servicios: participan profesionales de la salud mental, enfermeras, educadoras, abogadas, entre otras. Al mismo tiempo, rompe con las estructuras jerárquicas y autoritarias: las mujeres que son beneficiarias también pueden acompañar y tomar decisiones dentro de la cooperativa.
Derribar el estigma
Trabajar desde la perspectiva de la reducción de daños es esencial para un proyecto como Metzineres, donde el objetivo no es la desintoxicación, sino la mejor general de la vida de las participantes. El posicionamiento de la cooperativa es antiprohibicionista: “todo lo que se prohibe no se ve; por un lado porque no puedes intervenir, pero por el otro porque, a menudo, la prohibición las hace más peligrosas. Dan pie a que se produzcan más alteraciones, espacios clandestinos y un mercado opaco que puede vulnerar los derechos de muchas personas”.
Aura incide también en la importancia de la deconstrucción del estigma impuesto sobre las drogas y las poblaciones que las usan, en su efecto debilitante y destructuvo: une stigma que acompaña a todas las personas consumidoras, y que se acentúa cuando hablamos de mujeres o personas de género disidente. Un estigma que limita el acceso a derechos bñasicos como pueden ser una vivienda o la salud, pero que también se incorpora en la autopercepción y genera una interiorización del rechazo. Ya sea a través de talleres internos o con actos públicos y manifestaciones, deconstruir el estigma es un trabajo de dos direcciones.
Abrirse camino
Levantar una cooperativa desde cero, con tantas necesidades y un objetivo estigmatizado no es fácil, tanto a nivel organizativo y burocrático como en la obtención de financiación. Metzineres se crea sobre sí misma, creciendo a medida que acoge a más mujeres: esto implica que los procesos burocráticos llegaron sin una preparación previa. La financiación, a pesar de que existe un apoyo por parte de las administraciones públicas, es insuficiente: “Ahora hace 6 años que estamos en marcha y empezamos a tener una estructura, pero aún así estas carencias que tienen que ver con la financiación las hemos sufrido mucho. Las subvenciones llegan tarde: esto, para entidades tan pequeñas como nosotras, que no venimos con un acumuladom es prácticamente imposible”.
A pesar de todo, la cooperativa ya ha realizado alrededor de 44.400 acompañamientos; a día de hoy acuden entre 40 y 50 mujeres cada día, más de 100 a la semana. Su labor llega un vacío muy necesario, abre camino para otros proyectos y lucha contra un estigma que tantas mujeres cargan.
Metzineres es uno de los proyectos financiados por Fiare Banca Etica, que apuesta por la inclusión social y la defensa de los derechos humanos.
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