Por Albert Gasch, responsable de Relaciones Asociativas
Las élites económicas se reunieron en Davos en enero de este año: presidentes de los principales gobiernos del mundo,el FMI, Banco Central Europeo, Organización Mundial del Comercio, la OCDE, y un largo etcétera en el que podríamos decir que estaba representada la “inteligencia” económica mundial. Hicieron muchos debates, profundas reflexiones y audaces intercambios. Lo cierto es que no acertaron ni una. Un pequeño ente que no llega ni a ser vivo dejó en nada sus previsiones.
En paralelo, un día leí que una astróloga argentina había predecido la pandemia y que dijo que esta finalizaría en junio. Desde luego me merece mucha más confianza la astróloga que toda el grupo antes mencionado. Hasta me merece más confianza un mono tirando dardos en una diana. Esta es mi primera conclusión en la cuestión del coronavirus.
La segunda conclusión es que la pandemia actual es fruto de nuestro sistema económico. En numerosos artículos de viriólogos, biólogos, epidemiólogos, se señala como causa de esta pandemia la progresiva invasión de espacios naturales: desforestación, extractivismo, y añadiendo en este caso, la mercantilización de animales salvajes. Todos ellos coinciden que la actividad humana provoca alteraciones en los ecosistemas, de manera que virus que se encuentran más o menos controlados en en entornos inexplorados, por la acción invasiva del hombre pasan del animal huésped al propio hombre.
Es decir, la segunda conclusión, es que esta situación la ha provocado un sistema que solo busca maximizar el beneficio aunque sea a costa de alterar, como en este caso, ecosistemas naturales con graves consecuencias.
En tercer lugar, decir que más allá de muchas cuestiones que se han escrito sobre el virus, como la necesidad de solidaridad para superar la crisis, las consecuencias económicas, la cuestión de la restricción de la libertad individual por cuestiones sanitarias, etc. para mi la cuestión más importante es que el sistema actual representa una amenaza para la supervivencia de la especie. Por ejemplo, este virus no va a acabar con el mundo, pero si seguimos el rumbo de los de Davos, nadie nos puede asegurar que otro virus mucho más letal y contagioso acabe con todo. Suena apocalíptico, pero ¿alguien se hubiera imaginado hace unos meses que para ir al supermercado deberíamos guardar un metro de distancia , que estaríamos confinados en casa y que la gente llevaría máscaras por la calle?
Como dicen siempre con razón los eco-feministas, el actual sistema es enemigo de la vida. Sencillamente la destruye. Hablemos de cambio climático o de pandemias, en todo ello hay el mismo mensaje, la destrucción de la vida por parte del sistema económico.
Por todo ello y volviendo a las élites, cabe decir que trabajar de manera incansable y eficaz para destruir tu propio mundo, no parece inteligente, es más bien de idiotas. Cierto es que quizás el virus, que sí entiende de clases sociales, no les afectará tanto a ellos – me viene a la mente la foto de reconocido futbolista en su piscina climatizada diciendo “quédate en casa”-, pero en realidad esta pandemia , en la que descubrimos que todo está interelacionado, también es una amenaza para su mundo.
“Hoy las desigualdades explotan. Estamos amenazados en cualquier lugar por desastres políticos y catástrofes ambientales. Y no tenemos nada que oponer a todo esto sino banalidades”. Una frase que resume lo que estoy diciendo. La dice la premio Nobel de Economía Esther Duflo.
En cuarto lugar, otra reflexión que me causa la situación actual, es la extraña percepción de artificialidad del mundo en que vivimos. Trabajamos a toda velocidad, viajamos, participamos en mil actividades mientras el mundo, inexorablemente, se va deteriorando. Hay en la sociedad una especie de aceleración neurótica, en la que la mayoría de cosas que realizamos no son esenciales. Estos días nos hemos de quedar en casa. Y a veces quedarse en casa es mucho más transformador que estar todo el día intentando transformar (fíjaros por ejemplo, en la contaminación). Ya decía Kafka “quédate en tu habitación…y el mundo caerá a tus pies”. Creo que esta aceleración también nos afecta a los que estamos en las finanzas éticas. Quizás deberíamos pensar en hacerlo mejor (viajar menos, por ejemplo).
Hablando de finanzas éticas desde Fiare Banca Etica estamos trabajando para cambiar las cosas, procurando crear un mundo mas justo y sostenible. Hay un elemento en nuestro modelo de finanzas éticas, que además, me parece esencial en esta situación. Somos un banco único en el mundo en nuestro modelo participativo. Invitamos a participar a nuestra base social, entendiendo por ello no solo internamente en la gobernanza del banco, sino externamente, intentando convencer a la sociedad que nuestra opción es la mejor, haciendo incidencia política, intentando construir ciudadanía, incidiendo en lo público.
Hace poco uno de los jóvenes que están en grupo de Jóvenes X Fiare, me decía que uno de los proyectos del grupo debía ser incidir en las políticas del banco. Le dije que me parecía muy bien, pero que lo más importante, a mi entender, es que incidieran en las políticas del mundo, es decir, que salieran a fuera, al mundo, y que lo cambiaran. Esta dimensión de la participación, hacia el exterior, la olvidamos frecuentemente, pero constituye uno de los elementos más importantes de nuestro banco. Y desde luego, en la situación actual, más que nunca.
Algunos artículos sobre la cuestión
- www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51796442
- https://valori.it/coronavirus-pandemie-sviluppo-insostenibile
- https://vientosur.info/spip.php?article15833
- https://www.vientosur.info/spip.php?article15743
Foto de Christopher Burns en Unsplash
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