Por el Grupo de Iniciativa Territorial de Galiza Sur
Cuando una ve a Ugo Biggeri no tiene la sensación de estar ante el presidente de un banco al uso. La expresión de su cara es de afabilidad y claridad y no tiene unas manos finas de banquero. En el ejercicio de la militancia se encontró luchando contra las minas antipersonas, que eran financiadas por las entidades bancarias en las que su organización depositaba los ahorros. El hacer frente a esa incoherencia fue el inicio de un camino de compromiso con las finanzas éticas que le llevó a presidir el único banco ético cooperativo de Italia, Banca Popolare Etica.
Ugo y Peru comenzaron su conversación explicándonos que la banca tiene una función social fundamental como dinamizadora de la economía. Para iniciar un proyecto, cualquier persona u organización necesita, en la mayoría de los casos, un préstamo para poder desarrollarlo en un tiempo razonable. Esta es la función social de la banca, posibilitar que personas puedan desarrollar su idea de negocio.
Sin embargo, para que esta función sea social y no puramente especulativa es necesario definir unas reglas claras para el sector. Hasta ahora, fueron los grandes bancos los que marcaron las directrices a seguir frente a gobiernos débiles. El sector financiero al ser el sector económico más liberalizado, suma a escala mundial una cifra de bancos considerados sistémicos inferior a 30, lo que hace que estos tengan un poder muy concentrado y potente, que influye en normativas favorables para ellos y negativas para todo lo que suponga poner en cuestión su situación.
En contraste con esta tradición, Peru nos contó que en Italia se aprobó a finales de año una ley con el apoyo de todas las fuerzas políticas, que define claramente las características que debe tener una banca «ética»: debe ser transparente, tener un impacto social y medioambiental positivo, tener una estructura democrática y establecer un límite en los salarios de sus directivos y directivas (un máximo de cinco veces la media de los salarios del resto de trabajadoras y trabajadores). En este momento, Banca Etica es la única entidad que cumple todos estos requisitos, superando incluso muchos de ellos.
Esta definición tiene una gran relevancia ya que habla claramente de otras reglas de juego en la banca, indicando claramente que son necesarios y viables económicamente otros modelos de banca fuera del capitalismo voraz.
Además de una normativa más favorable, otro factor preciso para cambiar la «otra» banca es la implicación de la ciudadanía. A pesar de la repercusión que tiene el campo de las finanzas en nuestra sociedad, la cultura y los conocimientos de la ciudadanía en este terreno son mínimos, lo que favorece esta impunidad de la desregularización. Nuestra elección a la hora de depositar nuestros ahorros en uno u otro banco es una decisión política y tiene unas consecuencias claras.
Para que estos beneficios reviertan en la sociedad hacen falta muchas acciones, pero la elección de una banca que apueste por el apoyo a proyectos beneficiosos para el territorio es una de ellas.
Por último, Ugo y Peru resaltaron la importancia de internet y las nuevas tecnologías en el crecimiento de una banca alternativa a los grandes poderes financieros. La Red posibilita que surjan entidades que, sin los grandes medios económicos de la banca convencional y sin la posibilidad de tener las oficinas convencionales (que implican grandes costes), pueden funcionar y ofrecer servicios igualmente.
Esto, a su vez, genera la necesidad de tener una consolidación fuerte en los territorios para evitar el alejamiento de esta estructura de la ciudadanía. Para ello, Banca Etica cuenta con redes sólidas de personas socias que acercan esta realidad al territorio y adaptan algunos de los servicios a las necesidades demandadas en cada lugar.
Desde su nacimiento Banca Etica asumió el reto de crear un mundo diferente y cambiar las reglas del juego en la banca.
