En el Día Internacional de la Mujer, y el aniversario de Banca Etica publicamos esta editorial de Alessandra Smerilli, del Comité de Ética de Banca Etica

Durante los últimos años la teoría económica y, en particular, la economía experimental están tratando de estudiar las diferencias de género en el comportamiento económico. Los resultados son variados e interesantes: se observa, ante todo, que existen algunas diferencias al respecto, pero resulta que, en muchas ocasiones, éstas dependen del contexto cultural.

Esta primera reflexión suscita la siguiente pregunta: ¿existen características innatas peculiares y diferentes entre hombres y mujeres, o las diferencias no son más que el resultado de la educación y las costumbres sociales? De las respuestas a estas preguntas dependen, obviamente, las opciones educativas, las políticas, las estrategias de negocio y muchos otros aspectos.

Por ejemplo, se está convirtiendo en un lugar común que las mujeres tienen más aversión al riesgo que los hombres. De hecho, los experimentos e investigaciones revelan que, en promedio, a las mujeres en las empresas occidentales les gusta menos el riesgo. En el ámbito de las finanzas este dato conlleva consecuencias con respecto a las decisiones que se toman en materia de inversiones, entre otras; así, las mujeres tienden a elegir carteras de valores más estables. Este dato no se confirma, sin embargo, en China y Hong Kong, donde parece que el gusto por el riesgo es igual entre hombres y mujeres, y tampoco en la India, donde los hombres presentan mayor aversión al riesgo. Precisamente, en algunas partes de la India (y en Tanzania) se llevaron a cabo varios experimentos con unos claros resultados: en las áreas citadas la aversión al riesgo es mayor en los hombres, mientras que la propensión a la competencia y la mejora del rendimiento frente a los incentivos extrínsecos (normalmente más activo en los hombres) están más presentes en las mujeres.

¿Qué tienen en común las sociedades en las que los estos experimentos se llevaron a cabo? Que todas ellas son de tradición matriarcal. Lo que significa que la educación y las normas sociales modelan de este tipo de comportamientos. Estas actitudes o comportamientos se pueden, pues, trabajar… pero, ¿en qué dirección?

Por desgracia, y a veces inconscientemente, los estudios sobre las diferencias de género asumen lo masculino como norma y lo femenino como desviaciones de esta norma. Pero, ¿estamos realmente seguros de que la norma que nos gusta sea la mayor tendencia al riesgo y la respuesta a los incentivos monetarios o, en cualquier caso, extrínsecos? Está comprobado mediante el análisis de las empresas que cotizan en bolsa, que aquellas con un mayor número de mujeres en sus consejos de administración (en este caso se trata de empresas occidentales donde, por tanto, las mujeres son más reacias al riesgo) has soportado mucho mejor las crisis de los últimos años, y pocas han fracasado, a diferencia de las empresas con directivas predominantemente masculinas.

Creo que una buena forma poner en valor la fiesta del 8 de marzo es tratar de quitarnos las gafas que nos hacen ver lo masculino como norma, al menos en el campo económico, y comenzar a preguntarse si las diferencias observadas en el comportamiento pueden generar sugerencias para escenarios alternativos que tornen la economía y las finanzas más humanas, de modo que sean más representativas de todo el ser humano, y no sólo una parte.
El 8 de marzo es también el día del aniversario de la apertura, en 1999, de Banca Etica. Hoy en día, Banca Etica cuenta con un Consejo de Administración y un Comité de Ética mayoritariamente femeninos, y esperamos continuar investigando y experimentando con unas finanzas al servicio de la comunidad y el medio ambiente, atentas a las personas, a todas las personas.